16 sept 2011

Corazón de halcón

Siempre que hablamos de naturaleza, de parajes naturales, se nos vienen a la cabeza los Parques Nacionales y otros lugares que por su figura de protección y su proyección mediática, parecen ser los celosos guardianes del patrimonio natural; los lugares a donde hay que ir para disfrutar de la naturaleza.

Y en parte es así, y eso es bueno. Pero a mí, como me gusta darle vueltas a todo, me gusta recordar que, para estar en la naturaleza, a veces solamente hace falta dar doscientos pasos desde la puerta de nuestra casa.

Los parques, jardines, las ciudades y pueblos... incluso muchas zonas degradadas, removidas por maquinaria pesada donde comienzan a crecer hierbas y arbustos, esconden para el observador atento, muchas situaciones inolvidables donde los protagonistas nos recuerdan que hay seres vivos para todos los ambientes.

Esta mañana, mientras Chira, la perra mestiza que me acompaña desde hace 4 años, corría por la pista que rodea a una pequeña presa, cerca de mi casa, pude disfrutar de un segundo fugaz que me reafirma en lo que decía en los párrafos anteriores.

En la base de la presa hay unas morras de piedra donde se suelen posar las palomas: bravías, domésticas e incluso palomas marcadas con escandalosos colores por aficionados colombófilos. En esas piedras, descansaban esta mañana varias palomas cuando un joven cernícalo, con la cola difuminada de un precioso barrado gris hacia el teja brillante característico de las hembras adultas, levantó el vuelo desde el suelo y pasó cerca de las palomas.

Tranquilo, con la seguridad de quien se sabe cazador y no presa, pasó ante ellas con aletear pausado y por un segundo, hizo un amago de ataque, un solo gesto de superioridad que en ningún momento resultó ser una agresión, un aviso a navegantes por si las cosas se ponen feas, pero que causó tal agitación en las descansadas palomas que todas levantaron el vuelo y buscaron posadero alejadas del joven cernícalo.

Cernícalo  


En ese segundo, en que sus músculos se tensaron y toda su estructura se puso al servicio del instinto cazador, este halcón en miniatura, que normalmente se conforma con presas como lagartos y escarabajos, hizo honor a su dinastía y brilló como brilla un águila imperial en Monfragüe o un halcón peregrino en los cortados de la Sierra de Cazorla. Espero que me entiendan.

3 comentarios:

Francisco J. Hernández dijo...

yo lo entiendo, .. genial ese cernícalo ...

Mária dijo...

Donde quieres ir a parar es que el tamaño no importa?

Fran Torrents dijo...

Gracias Francis.

Mária, emmmhhh... pues ni sí ni no, depende, tal vez...quizás... "asegún"....jejeje.. lo dejo en tu mano.