27 nov 2012

IR A POR CANGUROS Y.... / GOING FOR KANGAROOS AND..


El verano se va acercando poco a poco, entre días nublados y otros que amenazan con derretirte si te quedas mucho tiempo al sol. Nubes violáceas se apoderan del cielo y oscurecen la actividad de la ciudad, derraman toneladas de granizos y desaparecen con la misma velocidad con que vinieron.

Mientras, los muelles de Western Australia van recibiendo descomunales piezas de maquinaria y vehículos destinados a la industria minera. Sobre los contenedores de mercancía, asoman inmensos neumáticos de varios metros de altura; los carriles de las autopistas son bloqueados por enormes piezas de maquinaria que ruedan lentamente hacia la inmensidad de la Australia interior, en camiones adaptados para la ocasión. Oversize es una palabra que lees continuamente en las carreteras, referida a estas moles rodantes que ralentizan el tráfico antes de perderse en una nube de polvo rojo camino de las entrañas de la tierra.

A la vez que esto sucede, multitud de seres de talla radicalmente opuesta, inician su actividad después del ciclo invernal. Reptiles e insectos hacen aparición en la vida cotidiana. Las serpientes reptan entre los matorrales, cruzan los caminos de arena que llevan a la playa y se dejan ver en los parques, entre ciclistas, parejas que pasean y deportistas que no ponen atención al furtivo movimiento entre las hebras de césped.

El gran momento ha llegado, y si, para estos animales significa el período de mayor actividad del año, para mí es una gran oportunidad de observar seres que jamás imaginé tener delante.

Como es el caso de uno de los insectos emblemáticos de Australia: Red Back. Es una araña de la familia de las viudas negras y de peligrosa picadura, que puedes encontrar en el marco de la puerta de la casa, en la terraza o en cualquier rincón donde pueda establecer su red de acecho. En este caso estaba en una de las sillas de la terraza, con su brochazo rojo en el dorso (de ahí el nombre) como avisando de su peligrosidad.

Red Back

Cambiando de tercio... (un poco al menos).

Hace meses, estuve en Yanchep, un Parque Nacional al norte de Perth. Es un buen sitio para dibujar canguros, pero son tan confiados que no representan una experiencia como cuando observas una especie en su hábitat.

En esta ocasión he vuelto a Yanchep pero mucho más al norte, alejado de la zona turística, donde la carretera se anima a ascender y asoma frente a un sugerente valle poblado de eucaliptos, banksias y otros árboles que todavía no he conseguido conocer. Mi buena amiga Gabriela Petrovajova, no había visto los canguros y, aunque en primera instancia íbamos a ver los del Parque, decidimos intentar verlos donde no parecieran animales de zoológico.

Fue una gran decisión. Aparte de descubrir una especie de cuco que no había observado aún, la tarde nos deparó un inesperado encuentro.

Los canguros aparecieron pronto, a lo lejos al principio, pero logramos acercarnos lo suficiente para sacar algunas fotos y observarlos perfectamente con los prismáticos. Pequeños grupos de Grey Western Kangaroo trotaban entre los claros del bosque como duendecillos saltarines que jugasen al escondite con nosotros. Los pequeños, más nerviosos, iniciaban repentinas carreras que duraban unas pocas decenas de metros pero que servían para disfrutar de esa peculiar forma de correr que tienen, como si un poderoso muelle los elevase sobre sus patas traseras sin aparente esfuerzo por parte del animal. 

Viéndolos correr, no te parece estar viendo a un mamífero, te da la sensación de observar a un animal arcaico, una forma de vida que no ha seguido el curso evolutivo con el resto.

En esas estábamos, acercándonos despacio e intentando no seguir una ruta directa hacia ellos, cuando nos adentramos en una zona de tocones de árbol, alrededor de los cuales se acumulaban restos de ramas y hojarasca. La tonalidad general era un precioso ocre que con el devenir de la tarde se iba tostando lentamente, las pocas briznas de verde quedaban apagadas entre el esplendor de los amarillos y los tonos tierra. Entonces, de entre esa paleta terrosa, iniciando una retirada discreta, despacio y sinuosa, una hermosa serpiente de cerca de dos metros de longitud se deslizó entre la hojarasca esquivando nuestra trayectoria. De no haberse movido no nos hubiéramos percatado de su presencia, pero decidió eludir el encuentro y separarse unos metros. Ni qué decir tiene que el encuentro fue emocionante. La serpiente avanzó unos dos metros y se detuvo entre la hierba seca.

De un ocre intenso, con una tonalidad caqui, todo su cuerpo estaba moteado de pequeñas escamas marrón oscuro, sin formar una dibujo definido. Lo único que pude descartar era que perteneciera al grupo de las pitones, porque su cabeza era cilíndrica, como una prolongación del cuerpo mientras que estas, tienen una cabeza triangular muy característica. Pero sin una guía de reptiles en la mano era difícil identificarla.

Dugite o Spotted Brown Snake.

La serpiente estuvo unos minutos observándonos. Luego, dio media vuelta y se perdió bajo la hojarasca del siguiente tocón. Nosotros todavía estuvimos un poco más mirando el hueco por donde se había marchado, inmensamente felices de haberla observado. Para mí, era la quinta especie de serpiente vista en Australia y posiblemente la que mejor experiencia me había reportado.

Al día siguiente, en la biblioteca de Fremantle, con varias guías de reptiles australianos pude ponerle nombre a nuestra serpiente: Dugite (Pseudonaja affinis). En este caso, la observación correspondía a una Spotted Brown Snake, que es el nombre que reciben las Dugite con esta coloración moteada. Las hay también con la cabeza negra, con una coloración muy parecida a Tiger Snake (de las que les hablé en una entrada anterior en este blog), y algunos patrones más.

Ahora continúa este tiempo caluroso que promete un sinfín de nuevas observaciones. La próxima escapada será a las colinas de Guilford a intentar observar a la mayor rapaz de Australia, Wedge-Tailed Eagle (Aquila audaz). Mientras, seguiremos atentos a todo lo que se mueva.

Un saludo

Fran Torrents

12 sept 2012

POR FIN.....


A los pocos días de llegar a Australia, hace ya seis vertiginosos meses, compré la guía de aves del país y comencé a ponerle nombre a las especies que veía. Todavía recuerdo la emoción de encontrar la descripción de la vigorosa Urraca Australiana. Es tan común que ahora casi no le presto atención, sin embargo en los primeros días era tan novedosa como la más esquiva de las especies del continente.

Así poco a poco, a veces en jornadas increíbles en las que cada arbusto te sorprendía, he ido conociendo la fauna alada de esta parte del país y del norte, durante las tres semanas que estuve allí. Han pasado por las lentes de mis prismáticos garzas, rapaces, patos, cacatúas y muchas aves más que sería muy largo exponer aquí.

Todo esto viene a cuento de que, entre todas las especies que la guía me indicaba que habitaban la costa oeste, había una que me picaba la curiosidad observar. Me llamaba la atención su tremendo pico, su expresión, el tamaño... 

Me refiero a la Pacific Gull, una gaviota mayor que las gaviotas medianas como la patiamarilla (la más común de Canarias), la Sombría, la Argéntea y otras de la misma talla, con una fisonomía bastante parecida pero, en comparación, con un pico tremendamente robusto.

Tratándose de un ave costera, debía ser fácil de observar.

Pero pasaban los meses y no había manera de avistarla. Por todos lados podía ver a la Silver Gull pero ésta se resistía. Los libros decían que estaba en la zona, pero por más que visitaba zonas de costa no aparecía.

Llegué a ver alcatraces, pagazas, charranes y limícolas, incluso a vislumbrar al albatros a lo lejos pero la Pacific Gull estaba desaparecida.

Un día llegó Alfonso, un amigo de España que venía viajando desde hacía un tiempo por las islas del Pacífico Sur y decidió hacer una escala en Perth. Con él y otra amiga, nos fuimos circulando hacia el norte, avanzando lentamente porque parábamos en cada lugar que nos llamaba la atención o como no, prometía la observación de alguna especie nueva.

Con Alfonso Molera, mi eterna camisa graciosera
y el Toyota Starlet con el que me muevo desde que volví a Perth.

Pues bien, en una de estas paradas, nos acercamos a una preciosa lengua de mar que con tonos turquesas y esmeraldas serpenteaba hacia el interior formando meandros muy atractivos.

Era el estuario de Moore River. Me animó que el día estaba ventoso. En esos días, las aves costeras suelen buscar refugio en tierra y son más fáciles de observar. Y dicho y hecho, cuando enfoqué los prismáticos, allí estaban dos fantásticas Pacific Gulls, con un plumaje bastante cercano al adulto, pero todavía con manchas en cabeza y cuello y el manto moteado de pardo.

Estaban paradas en la orilla con las patas dentro del agua, donde la transparencia dejaba que predominara el color de la arena, pero justo detrás de ellas, la profundidad aumentaba bruscamente y el ocre pálido daba lugar a una mezcla de azules y verdes en los que las cabezas blancas destacaban perfectamente.

Desde ese momento supe que le haría una lámina.

Y aquí está.

Pacific Gull (acuarela sobre papel AS de 210 grs.)

Espero que les guste.

Un saludo.

Fran Torrents



4 sept 2012

A LO LEJOS, SE AVISTA LA PRIMAVERA...


Se me hace extraño razonar que terminando agosto empiece la primavera, que los pájaros lleven dos semanas como locos previendo la mejora del tiempo y que las últimas tormentas del invierno me tengan metido en casa abrigado hasta las cejas. Y es que las estaciones, en esta zona de Australia son absolutamente contrarias a las que se desarrollan en Europa, mientras aquí impera el frío invernal, en España todo el mundo en la playa y viceversa.

Todo esto viene porque estas últimas semanas han comenzado a subir las temperaturas, aunque en este momento, estemos sumidos en una violenta tormenta de lluvia y viento que arranca las ramas de los eucaliptos como si una leve brisa levantara en el aire servilletas de papel. Aún así, la cosa no llega a mayores y la vida continúa.

Las primeras en prever la llegada del buen tiempo fueron las Silver Gulls, la gaviota más común y confianzuda que he visto nunca. Hace semanas ya que sus esponjosos pollos daban sus primeros pasos en el antiguo muelle de madera de Fremantle.

Me llama la atención que un país tan grande tan solo posea tres especies de gaviotas nidificantes. Sobretodo cuando no es un continente aislado, ya que tiene conexión directa con el sur de Asia y el intercambio de especies tiene que ser bastante factible. Cosas de la naturaleza que a veces cuesta comprender.

Lo que está claro es que este es el continente de los loros. Si recuerdan lo que contaba sobre las cacatúas en una de las entradas que publiqué desde Darwin, ahora tengo que decir que el espectáculo no cesa, al contrario, cada salida de campo, cada rincón que se me ocurre recorrer me muestra nuevas especies de loros o afines, a cada cual más colorida. Hace unos días hice un pequeño recorrido por el Parque Nacional de Korung, al este de Perth. Un paseo de un par de horas que se convirtió en un maravilloso día de pajareo que me dio la oportunidad de observar la Western Rosella, un loro de afilada cola con el cuerpo rojo carmesí que se vuelve bermellón cuando el sol lo alcanza. La cola es verde y, entre medio, un sinfín de tonalidades que van desde el azul añil hasta el amarillo limón. No me canso de mirar a estos bichos.

Evidentemente, no es la Western Rosella que comento en el texto.
Esta es una de las Corella, hay tres especies muy similares y
ni la guía ni los mapas de distribución ayudan a identificarla.

En este paseo también hice un par de interesantes observaciones de pequeños pájaros, los más esquivos y los que siempre se me quedan los últimos por identificar. Pero de éstos hablaré en la próxima entrada, cuando termine la ilustración que estoy haciendo.

Si bien cada vez es más difícil descubrir especies nuevas (debo andar cerca de 150 especies identificadas) ahora cada especie nueva es un descubrimiento valioso que se saborea si cabe, más que las primeras que aparecían a trompicones como diciendo “apúntame que no me has visto”.

Estaba claro que al principio sería así, un territorio nuevo, nuevas especies, familias, pero ahora que empiezas a reconocer el canto de los más comunes y los hábitats se van perfilando claros, comenzará la llegada de las aves migratorias, y se renovará una vez más el ancestral intercambio de territorios, recursos y refugio que las aves llevan realizando quién sabe cuántos años…

Les dejo unos bocetos de canguro que dibujé el otro día con lápiz







Saludos

Fran Torrents

20 ago 2012

LA TIGRESA Y LAS OSCURAS GOLONDRINAS



Julio 2012, Perth WA.

Visto el título, alguno se pensará que voy a entrar en detalles escabrosos de mi estancia en Australia o que me he aficionado de pronto al cine asiático, tan prolífico en títulos de este tipo. Nada más lejos de la realidad. En los próximos párrafos entenderán el porqué de este encabezado tan enigmático.

Cuando empecé las clases, el ritmo de vida que llevaba hasta entonces en Australia cambió completamente: horarios definidos, madrugones, clases y horas de repaso se erigieron en las directrices de mi tiempo, marcando el compás de las salidas y recordando, siempre que comenzaba a dejarme ir, el sinfín de obligaciones que me esperaban. Saliendo a las tres de la Escuela de Idiomas y con el sol cayendo a eso de las cinco y media, poco margen me quedaba para visitas a espacios naturales.

Lo adelantaba en la última entrada y así ha ocurrido, pero este país se vuelve a mostrar generoso ofreciendo un importante número de rincones que, inmersos en la vida urbana y perfectamente camuflados entre urbanizaciones, carreteras y el trasiego de gente que diariamente hace su vida cerca, reservan la vida natural para quien quiera disfrutarla.

Así, buscando en el mapa, comencé a hacer recuento de cuantos lagos, lagunas y pequeñas charcas se encontraban cerca del itinerario que diariamente realizaba.

Y comenzaron las sorpresas.

Como estoy estudiando en Scarborough, en la costa al noroeste de Perth, busqué directamente en el trayecto hasta Fremantle y encontré el lago que me había comentado un compañero de clase: Lake Monger. Me las prometía felices,  un lago bastante grande, con un paseo que lo circunvala… pero en el camino de éste, el lago Herdsman me paró en seco. Es una formación circular donde se combinan varios lagos de distintos tamaños con senderos, isletas y zonas de hierba rasa con otras de tupida vegetación. Pues bien, fue enfocar el telescopio y comenzar a descubrir especies que no había observado todavía.

Estaban el porrón australiano, un pato buceador marrón oscuro. El macho tiene el iris del ojo blanco y destaca tremendamente desde lejos. También estaba la malvasía australiana, otro pato marrón con cola corta y enhiesta y el pico azul, y un dormidero de espátulas de pico amarillo y golondrinas, cisnes negros y unas cuantas especies más.

Por cierto, tengo que corregir cierta información que incluí en una de las primeras entradas sobre Australia: cuando hablé de que el cisne negro ya solo se encontraba en pequeños grupos en el río, lo hacía basándome en el comentario de una señora mayor, que me lo explicaba así. Ahora he tenido la grata sorpresa de verlos en grupos de cincuenta ejemplares e incluso más, por lo que es posible que, aunque esta señora en su juventud viera más cisnes en el río, la especie no esté en el peligro que me hacía pensar con su comentario. En cualquier caso es una corrección para bien y a mí me causa una tremenda alegría tener que hacerla.

Muchas veces, la gente habla desde el corazón sin tener en cuenta que su información puede ser tenida muy en serio. En este caso, esta señora me contó su experiencia basada en sus recuerdos y seguramente no tiene en la actualidad las referencias necesarias para hacer ese tipo de valoraciones. O realmente lo que yo he visto, aún pareciéndome impresionante no es sino un vestigio del esplendor de la población de cisnes negros… Si algún día lo descubro lo compartiré aquí y todos nos enteraremos.

Volviendo al lago Herdsman, todas estas especies eran una invitación a recorrer el lago, cosa que no podía hacer en una tarde teniendo tan pocas horas de luz, pero me di un corto paseo para ir tomándole la medida y plantear futuras visitas.

En este paseo, después de identificar una especie de golondrina (Welcome swallow*), estaba absorto con sus vuelos, idas y venidas, pasadas rasantes sobre la superficie del lago hasta que, en un momento dado, observé que un grupo numeroso se afanaba en atacar algo sobre la hierba. El comportamiento me pareció sumamente extraño, recordaba a las  gaviotas cuando se abalanzan sobre restos de comida en el suelo o cuando alguien penetra en sus colonias de cría e intentan expulsarlo a base de pasadas intimidatorias; pero nunca lo había observado en golondrinas.

Para enterarme de lo que pasaba, enfoqué el telescopio hacia allí y descubrí que, lo que tan afanosamente intentaban ahuyentar las golondrinas, era una hermosa culebra, con la zona ventral amarillenta y el dorso de un pardo ambarino muy brillante, dando la impresión de estar recién salida del agua. No podría asegurarlo pero creo que el metro de longitud lo superaba con creces. 

Y lo curioso es que estaban consiguiendo incordiarla lo suficiente para que se alejara de allí. Aún no he entendido el porqué de esa actitud por parte de las golondrinas, tal vez esta serpiente sea capaz de trepar hasta sus nidos y sea uno de sus predadores potenciales. La cuestión es que entre todas consiguieron que se marchase hacia zonas de vegetación más tupida.

Después de que se hubo ido, seguí con mis observaciones, contento de haber observado una cuarta especie de serpiente y deseoso de identificar en una guía la especie exacta. Al poco se me acerca una pareja de viejecillos que andaban haciendo ejercicio por allí y entablan conversación sobre el telescopio, de donde vengo y esas cuestiones comunes entre las personas que se encuentran por primera vez.

Al rato de estar hablando les comento lo de la serpiente. Se los dije, con el entusiasmo de compartir esa observación, pero, consciente de que mucha gente tiende a eliminar a todo bicho de apariencia peligrosa, les dije con mi mejor intención:
“Pero tranquilos que es una especie inofensiva, una culebrita….”

Entonces el viejecillo se me acercó un poco más y sonriendo me dijo: "¿Amarilla por debajo y marrón por encima me decías? – por la expresión socarrona de su cara comencé a temerme que sabía de lo que estaba hablando. Me da una palmada amistosa en el hombro y me suelta - También puede ser negra por encima, es una Tiger snake, una de las cinco serpientes más peligrosas del mundo.”

La cara debió quedárseme a cuadros porque la viejilla también se echó a reir.  Luego se fueron sonrientes y saludando con la mano. Ella todavía tuvo el sentido del humor de pararse y decirme desde lejos: “Cuidado con las serpientes” y allí me quedé yo, de enterado diciéndole a los habitantes de la zona, qué especies eran o no peligrosas…

Posteriormente, a medida que he ido conociendo el lago, he encontrado numerosos carteles avisando de su presencia. 

Me encanta esta sensación de saber que la vida salvaje, aún pudiendo suponer un peligro para las personas, se gestiona de manera tan civilizada. Realmente si nos organizamos un poco hay espacio para todos.

Un saludo y disculpen la tardanza

Fran Torrents

22 jun 2012

TIEMPO DE CHARRANES



Como había advertido, el nuevo ritmo me ha absorbido, dejándome poco tiempo para escribir y explorar este país. Aún así, la distancia entre Fremantle y la Escuela de idiomas encierra un número interesante de pequeñas lagunas donde las aves son fácilmente observables.

Gracias a eso, he podido comprobar lo difícil que lo tienen las libélulas aquí. La otra tarde pude disfrutar de un pequeño documental en el que dos pequeños halcones, el Cernícalo australiano y el Australian hobby (del mismo tamaño que el primero pero de cola más corta y mayor parecido físico con un halcón) se merendaban por turnos a la población de libélulas que habita un lago del norte de Perth.

Desde sus correspondientes oteaderos, las dos rapaces realizaban cortos vuelos a ras de agua y enganchaban con una facilidad pasmosa a las desconcertadas libélulas (de tamaño similar a Anax imperator, la más común y fácil de ver en Canarias) que en pocos segundos eran despiezadas y engullidas, quedando solamente unas alas transparentes que durante unos segundos, se quedaban adheridas a la rama y poco después, con suaves zigzags acababan depositándose en el agua.

Este ritual se repitió varias veces. Tuve la suerte de que el Australian hobbie se posó siempre en la misma rama seca y dejé el telescopio enfocado hacia allí, dejando los prismáticos para seguir los vuelos y observar como en el último momento abrían las alas y dejaban delante las garras para atrapar con ellas al sorprendido insecto.

Parecía que la población de libélulas lo tenía difícil con semejante cuadrilla de exterminadores cuando un nuevo comensal se sumó a la merienda. La White-faced Heron, una garza gris-azulada con la cara y garganta blancas, la más común aquí por lo que he visto, apareció caminando furtiva entre las plantas acuáticas y enganchó con certero movimiento a otra libélula. En este caso la engulló completa después de soltarla en el agua, propinarle un par de picotazos y sacudirla en el aire.

Tal vez se pregunten por qué no dibujé o tomé apuntes de este hecho. La verdad es que estaba tan a gusto observando las maniobras de los halcones, siguiendo los lentos movimientos de la garza, rapidísimos cuando la presa estaba a tiro, intentando imaginar donde estarían los siguientes objetivos de los afanados predadores, que preferí disfrutar del momento y vivirlo como observador.

Eso ocurría en los últimos días de sol que hemos disfrutado por aquí, porque el invierno ha comenzado en estas latitudes y las temperaturas han bajado hasta rozar los cero grados algunas noches. Se me hace bastante extraño volver a entrar en el invierno cuando de estar en Europa, empezaría a disfrutar de la calidez del verano, pero tras las semanas pasadas en el territorio del norte, con su clima tropical creo que no me vienen mal un par de meses de fresquito.

Pues este invierno, además de frío, ha traído cambios en el ambiente que he aprovechado al máximo. La semana pasada, un primer temporal de viento y lluvia encrespó el mar y, por primera vez observé la playa sin surfistas a lo largo de todo el litoral. Lo normal es que haya decenas de ellos esperando la ola que los impulse.

Los fuertes vientos son una buena señal para el observador de  aves, porque muchas buscan la costa como refugio ante el vendaval. Sabiendo esto, madrugué un poco más y conseguí tiempo para echar un ojo a la playa antes de entrar en clase y obtuve buenos resultados.

Lo normal es que en la arena estén un grupo de Silver gulls (la gaviota más común aquí, parecida a la reidora europea pero sin capirote) y algunos Swift terns (Charranes piquigualdos), pero una mañana pude observar un pequeño charrán oculto tras el grupo mencionado. Al acercarme, la diferencia de tamaño se hizo patente, era realmente pequeño comparado con los piquigualdos. Lo primero que pensé fue que me encontraba ante un charrancito, pero al mirar la guía, las alas completamente grises sin la cara externa de las primarias negras me decantaron por Fairy Tern (Sterna nereis). Esta especie, además, es la que habita esta zona con regularidad mientras que el charrancito tiene un área de distribución mucho más norteña y apenas llega hasta el norte de Australia. Pero con las aves nunca se sabe, tal vez me lo encuentre un día de estos.

Charrán piquigualdo
Sketch rápido a dos colores.

Empezaba bien la semana.

A los pocos días, en una mañana lluviosa vi pasar fugazmente un charrán robusto, mayor que el piquigualdo y con el pico rojizo. Al mediodía lo volví a ver. Otra vieja conocida de Sudáfrica, la pagaza piquiroja engrosaba el número de aves marinas que se mueven en esta costa.

Así, el invierno aporta nuevos alicientes cada día, los lagos van aumentando su superficie y la vida se renueva una vez más.

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de rodear una isla en una pequeña lancha, acompañando a un amigo que iba a pescar y, después de disfrutar viendo los leones marinos y una impresionante colonia de cormoranes, recibí un premio especial.

En la orilla de la isla, caminando confiado, un ostrero negro me hizo subir las pulsaciones. Esta especie es similar a una que habitó en Canarias y tristemente se encuentra extinguida desde hace casi un siglo. Por eso, ver a este pariente cercano me produjo una sensación especial.

Estas tierras son un paraíso para las aves. Tienen espacio, tranquilidad y un mar que les provee de todo lo que necesitan para vivir. Ojalá que esta vida que observo con tanta facilidad se reproduzca y continúe muchos años deleitando a los que disfrutamos de la simple observación, de plasmar formas y colores o de descubrir los secretos de su biología, su comportamiento y las causas que hacen que cada especie sea especial.

Espero no tardar tanto con la próxima entrada.

Saludos.

Francisco Torrents

8 may 2012

Australia, César Manrique y un fin de etapa inmejorable.


Por segunda vez consecutiva he tenido que suspender el viaje en coche desde Darwin hasta Perth. El susodicho se queda en venta en Darwin y yo me subo a un avión para volver a la capital del oeste australiano. Me queda la pena por no haber realizado un trayecto apasionante que en distancia, hubiera sido comparable a bajar desde el norte de Polonia hasta Cádiz.

Pero como a mal tiempo hay que ponerle buena cara, he disfrutado lo mejor que he podido del trayecto, y esta vez, sí que saqué fotos del corazón de este inmenso país. He podido observar sus venas rojas y las grietas de su piel como si me hubiesen elegido para realizarle una operación a corazón abierto. Ríos secos, lagunas saladas y billabongs rojos, amarillos y verdes como verdaderos oasis en medio de la nada.

Desde que abandonamos la cubierta verde de los deltas del norte, nos adentramos en un desierto gris que apenas dejaba entrever formas ni colores, como una zona neutra que te fuera preparando para lo que te esperaba. Y llegó.

La primera impresión fue el recuerdo de un cuadro en un museo de Lanzarote. Los rojos y ocres se mezclaban con profundos pardos y negros formando figuras que podrían estar firmadas por el genial artista que impulsó la conservación de la naturaleza en Canarias. Como imaginarán, me refiero a César Manrique. Ignoro si alguna vez estuvo en Australia, aunque por lo que he leído, creo que no me equivoco si aventuro que no lo hizo.



Vistas del continente rojo. En la segunda puede observarse un solitario billabong,
como un oasis dispuesto a apagar la sed de los solitarios animales del desierto.

En cualquier caso, creo que si Manrique hubiese visto estos desiertos, estos colores tan cercanos a su espesa paleta, habría reconocido entre sus pliegues a las musas que le llevaron a materializar en su obra, la grandeza material y pictórica de la piedra en su más cruda expresión; tal vez, hubiese hermanado artísticamente a islas tan desmesuradamente dispares como Lanzarote y la inmensa Australia; tal vez hubiese elevado un canto por encima de todas las fronteras erigiéndose en embajador de todos los rincones de este planeta; tal vez, en un alarde de imaginación (el mío) su obra hubiese servido para superar distancias y Australia, metafóricamente, no quedaría tan lejos.

Tal vez, pero mientras divago, el desierto de coladas rojas y negras, ha dado paso a un inmenso desierto amarillento cuyas dunas kilométricas apuntan todas hacia el oeste. Se trata del Great Sandy Desert, enorme masa de arena que separa Broome del resto de Western Australia por una barrera de más de 300 kms.

Después del desierto, más llanuras rojas, rizadas, lisas, con pequeñas sierras alargadas que apenas hacen sombra bajo el implacable sol austral. Y en medio de todo eso, de repente una línea como marcada con una herramienta de delineante, nos recuerda que el ser humano también ha llegado aquí. Con su incuestionable capacidad de expansión, también ha llegado al desierto, a cientos de kilómetros de la costa, el agua y las comodidades, y ha hurgado y encontrado metales preciosos, minerales básicos y otros materiales que convierten a Australia en un país rico y autosuficiente en muchos aspectos.

Las minas se abren en el terreno como vaciados de un escultor obsesionado por las escaleras. Y se pierden entre sus propias sombras, peldaños de gigante que numerosas hormigas se afanan cada día por arañar y perforar un poco más.


Desde la distancia, desde la perspectiva de un turista, resultan hasta atractivas, como heridas a las que el azar hubiese conferido una belleza especial.

Pero todo pasa, y el desierto también se acaba. Lo avisan las primeras parcelas cuadriculadas, los caminos y carreteras cada vez más desarrollados y definidos. Pronto, las primeras manchas verdes y, entre ellas o más bien dicho antes que ellas, una especie de lagos salados, de color marfil, desvaídos y lechosos despiden a la Australia salvaje para que te adentres en el vergel que rodea al Swan River, nexo entre la ciudad de Perth y la coqueta Fremantle, que es donde voy a establecer mi residencia hasta que termine los estudios que pronto comenzaré.




Ahora termina esta primera etapa en Australia. Han sido dos meses de descubrimientos diarios, nuevas amistades, me he adentrado en la particular cultura anglosajona de los aussies, me he impregnado de su calma y he despedido sin liquidación a algunos fantasmas que se creían con derecho a acompañarme allá donde fuera. En este tiempo, he comenzado a cogerle el pulso a este continente que amenaza con atraparme por mucho tiempo y el futuro se asoma a la esquina tendiéndome la mano.

La próxima etapa, marcada por horarios y horas de estudio será posiblemente menos intensa. La naturaleza quizás pase a un segundo plano, pero espero que las vivencias humanas suplan con creces este discreto alejamiento que me veo obligado a realizar.

En cualquier caso, seguiré buscando el lado positivo, la manera entusiasta de contar lo que vaya descubriendo, y espero que ustedes sigan leyendo con la misma fidelidad lo que publique. 

Vista de Swan River con Perth y Fremantle al fondo.
Los edificios cerca del río, son el centro financiero de Perth,
como pueden ver, el resto se una extensa masa de casas terreras.


Gracias por estar ahí.

Fran Torrents

22 abr 2012

Últimos días en Northern Territory.


El territorio del norte me ha brindado la ocasión de conocer un montón de nuevas especies, tanto de aves como de reptiles y anfibios. Esta tierra rebosa de vida.

Le he cogido especial cariño a los atardeceres. Entre soberbias puestas de sol, impactantes y coloridas como si un imaginario pintor desease acabar de una vez por todas con los colores de su paleta, me he pasado horas viendo el trajín de bandos de cacatúas, cotorras e íbises que vuelan en busca de sus dormideros. Las primeras en desordenada formación, ruidosas hasta la exageración, los últimos, en clásica formación en V disciplinados y ahorrativos, sin titubeos.

Entre ellos, erráticas rapaces cruzan sus siluetas oscuras contrastadas por las formas blancas de las Little Corellas, pequeñas cacatúas blancas que recuerdan volando el movimiento de las garcillas bueyeras. Si tienes suerte, en este marco dinámico aparece la cigüeña de pico negro o Jabiru como lo conocen aquí, con sus rojas patas estiradas tras la cola, el pico, cabeza y cuello verde oscuro y un distintivo dibujo en blanco y negro en el paño de sus alas extendidas.

Si además, has sido previsor y te has apostado cerca de una pequeña laguna, puedes disfrutar del ajetreo de los patos, garzas y espátulas que engullen los últimos bocados del día. Comienzan los movimientos del Martinete australiano, pequeña garza nocturna que se mueve a gusto a partir del crepúsculo y los pajarillos, se dan los últimos baños de tierra en la rojiza pista aledaña. Y todo esto, a pocos kilómetros del último núcleo habitado.

De hecho, cualquier pista de tierra en la que he avanzado unos pocos cientos de metros han sido verdaderos filones para observar paseriformes (pajarillos pequeños). Desde el Crimson Finch, un pequeño pinzón de larga cola afilada y color carmín intenso, preciosa imagen comiendo semillas balanceándose en una espiga, hasta oropéndolas verdes con el pico rojo que emiten un sonido tan extraño que me costó asociarlo a un pájaro tan bonito.

En estos días he disfrutado de bocetar a lápiz, aquí les muestro algunos de los previos a las láminas definitivas. En este caso, esta Avefría ya la publiqué en una de las últimas entradas, pero puede resultar gráfico, observar el origen de los dibujos definitivos.



Una tarde tuve la suerte (o la desgracia, porque los mosquitos se dieron un banquete conmigo) de localizar un dormidero de Milanos silbadores. Llegó a haber siete milanos juntos en un árbol, y al rato, las cacatúas negras de cola roja llegaron con sus estruendosos cánticos y ocuparon un árbol cercano. Eran solo dos, pero aparentaban una multitud por la capacidad que tienen de armar revuelo.

Y... lo mejor de la tarde!!!!! Que hizo incluso que me olvidara de los mosquitos, los milanos y las cacatúas..... Tachánnnnnnn!!!!!!!!

Estaba tomando apuntes de los milanos con el telescopio y escuché un ruido en la maleza a unos treinta metros detrás de mí. Cogí los primáticos y antes de ponérmelos ante los ojos, descubrí una mirada curiosa y tranquila que me observaba entre las hierbas amarillentas: EL DINGO!!!!!!, esa especie entre el perro y el lobo que se calcula fue introducido desde Indonesia hace unos 4000 años. Un ejemplar de pelaje ocráceo perfectamente camuflado entre la hierba seca. Me miró unos segundos y con absoluta tranquilidad dio la vuelta y desapareció.

Un momento inolvidable que me transportó por unos instantes a la sabana africana, a la aparición de los grandes mamíferos entre acacias y espinos...

También he pasado largos ratos en pequeñas lagunas, que en esta zona hay muchísimas, observando y bocetando patos, algún Martín pescador y lo que se ha puesto delante.

Wandering Whistling-Duck en Marlow Lagoon.

Forest Kingfisher a partir de sketchs tomados en Marlow Lagoon.

A última hora de ayer, sábado, cuando volvía de visitar el Mary River National Park, me encontré con una desagradable sorpresa. El bicho más simpático y al que había podido observar en los alrededores de la casa varias veces, Tawny Frogmouth, había recibido un golpe, posiblemente de un coche y andaba desorientado por la pista de entrada. 

Al principio no me di cuenta y pensé que andaba tras una presa, pero cuando intenté avanzar y vi que no se apartaba decidí que debía echarle un vistazo. Se dejó coger con una ligera amenaza de su bocaza abierta. Inofensiva porque no tiene ni pico afilado que clavarte, ni fuerza en el pico para presionarte pero es su estrategia de defensa....


Lo cogí con cuidado y lo llevé a la casa. Como hoy domingo está cerrado el Centro de Recuperación lo mantenemos tranquilo en un transportín de perros que había por aquí y al menos ha pasado la noche seguro. Si como pienso, el mal proviene de un hecho humano, es justo que los humanos lo corrijamos. Ahora he aprovechado para hacerle bocetos e intentar plasmar ese increíble plumaje de camuflaje, repleto de manchas irregulares, líneas y puntos que buscan confundir a su propietario con la hojarasca, las ramas o cualquier rincón de la vegetación donde pasa los días disimulando y esperando que la noche le permita salir a la caza de los pequeños animalillos que componen su dieta.

Bueno, posiblemente en pocos días abandone este territorio, al menos temporalmente. Ya veremos qué nos depara en el futuro esta singladura australiana. Nos vemos en la próxima entrada. 

Mucha suerte.

Fran Torrents.

17 abr 2012

Sueño con serpientes

Esta semana está siendo fantástica en cuanto a la fauna observada. Venía un poco embajonado porque a la primera serpiente que había visto, una estupenda Black Whipsnake (Demansia atra) de casi un metro de largo, la había atropellado sin remedio. La vi cuando estaba delante del coche y aunque intenté esquivarla, el desenlace fue fatídico para el reptil. Tristemente ocurre muy a menudo, en la carretera he podido ver milanos, loros y algún wallaby muertos a causa del tráfico...

Pero, a partir de ese momento he podido observar vivas dos serpientes diferentes. La primera, una  Children´s Python. Esta pequeña e inofensiva pitón fue capturada en la puerta de la casa donde vivo, mientras constreñía entre sus anillos a una rata. Armin, en cuya casa estoy habitando, la metió en una caja hasta que yo volviera y pudiera verla y cuando lo hice, ya había ingerido a la rata, tal como se aprecia en la foto. Es fantástica la capacidad que tienen de desencajar las mandíbulas para engullir a presas de un tamaño enorme en proporción a su diámetro. Así, pueden observarse sus escamas distendidas, totalmente separadas y unidas por la piel que las alberga, de un color rosáceo.

Ahora le esperan unos días de lenta digestión hasta que consiga hacer desaparecer de su estómago a la desafortunada rata.

La pequeña Children´s Phyton (Antaresia childreni) conociendo a la Alondra ricotí de mi camisa.
Obsérvese el bulto que hace la rata en el interior de la serpiente.

La pequeña pitón tras ser liberada.

Al día siguiente las sorpresas continuaron. A la vuelta del trabajo, Armin saca un pequeño saquito y nos descubre una maravillosa Green Tree-snake (Dendrelaphis punctulata), una serpiente trepadora que, en el territorio del norte posee un color entre amarillo y dorado muy bonito en el cuerpo y la cabeza azulada. Su nombre no es erróneo, ya que en otros estados de Australia adquiere coloraciones totalmente diferentes, siendo la más común la verde, de ahí el nombre. También se la puede ver azul y gris oscuro.

La maleducada Green Tree-snake enseñando la lengua.

Esta serpiente se encontraba en un espacio abierto sobre la puerta de una tienda por lo que de haber sido descubierta por otra persona, posiblemente habría sido abatida; en general cuando la gente ve una serpiente piensa en lo peor y trata de eliminarla. Como se puede ver en estos casos las tres especies son inofensivas y una pieza importantísima en la regulación de las poblaciones de pequeños mamíferos, reptiles y anfibios.

También es cierto que en Australia habitan algunas de las especies más peligrosas del mundo, así que mejor andar con precaución, por si acaso, y dejar para la gente preparada el atraparlas para, como en este caso, soltarlas en el bush y que sigan viviendo en su mundo de sigilos, acechos y largas digestiones.

Saludos
F. Torrents

11 abr 2012

Coche rojo para un continente rojo

La estancia en Darwin está resultando muy interesante. En cuanto te habitúas a la humedad y el calor, comienzas a disfrutar de un entorno donde la naturaleza marca el ritmo sin complejos; en la estación húmeda algunas carreteras asfaltadas se inundan y debes circular con cuidado para no acabar en la marisma; muchas pistas quedan inutilizadas incluso para todo-terrenos y el paisaje se transforma como lo hace la orilla del mar cuando sube la marea.

Ahora ha comenzado la estación seca, que sigue siendo muy húmeda para lo que estoy acostumbrado y las carreteras son más seguras, pero todavía quedan restos de las inundaciones, como pude comprobar el otro día al recorrer una pista dentro de Litchfield. Pasé dos pequeñas corrientes de agua mientras me preguntaba cuándo tendría que darme la vuelta, hasta que llegué a un pequeño río donde dije basta, aquí sí que no me meto. Mientras me lo pensaba llegó un Toyota ocupado por una mujer y sus dos niños. Le pregunté y solamente me dijo: "Follow me, you´ll be fine". Y la verdad es que siguiendo su rodada dentro del agua salí del río sin problemas. Ya me veía entrevistando a los cocodrilos desde la ventanilla....

Desde que compré el coche, un Holden Nova, cacharrito semejante a un Toyota Starlet con muchos kilómetros en sus llantas, he podido moverme con facilidad y aprovechado para visitar algunos Parques Nacionales. El Lichtfield N. P. ha sido el más impresionante, con su combinación de bush seco e impenetrable y sus pozas alimentadas por cascadas que nacen en los lugares más insospechados. La pena fue que las pozas estaban cerradas por presencia de cocodrilos.

Probando el Red-Back en las pistas del Litchfield N. P.
Como era Domingo Santo me puse la camisa más religiosa que encontré :)

Y llegados a este punto, es preciso explicar un poco esto de los cocodrilos porque si no va a parecer que aquí se vive como en una película de Tarzán.

En el tercio norte de Australia cohabitan dos especies de cocodrilos, el de agua dulce o "freshie" de menor tamaño y carácter tímido y huidizo (por lo general) y el "saltie" o cocodrilo de estuario, cuya única timidez estriba en si te devora al pil pil o encebollado. Es un predador nato y para él las personas estamos en la lista de la compra. Para colmo, a esta especie, igual te la encuentras en las playas, a lo largo de la costa, en las marismas de los deltas de los ríos, en los propios ríos o en las charcas del interior. Esto se debe a que, en las épocas de inundación, las wetlands se inundan y los cocodrilos se esparcen hasta donde llega el agua. Cuando llega la estación seca, muchos de ellos se quedan aislados de la masa principal de agua. Por lo tanto, es muy difícil sentirse seguro en este territorio a menos que estés muy lejos del agua.

Una de las formas de saber si hay salties en una charca es precisamente la presencia de freshies, ya que este último también está en la lista de presas del cocodrilo de estuario y no se encuentran muy a gusto en su presencia. Aquí me dicen que con los freshies puedes bañarte sin problemas pero creo que voy a dejar la experiencia para gente más aventurera....

Como ven, aquí las posibilidades de darte un baño y no encontrarte un cocodrilo son complejas de calcular, aunque imagino que la gente del lugar, tendrá sus estrategias para evitarse un encuentro desagradable.

Para quien viene de fuera como yo, nunca sabes si estás tomando demasiadas precauciones o demasiado pocas. Para muestra un ejemplo. El otro día estaba recorriendo la costa norte de Darwin y después de atravesar una masa de vegetación bastante tupida accedí a una playa coronada por unos bajíos costeros.
Una sorpresa grata me esperaba, en los bajíos se esparcía un grupo de limícolas de diferentes especies y preparé el telescopio para dedicarme un rato de identificación.

Al poco rato había descubierto entre aquellos afanados insectívoros, al popular vuelvepiedras que también llega a este extremo recóndito del mundo, a un zarapito similar al Zarapito real europeo, el Eastern Curlew (Numenius madagascarensis), al Andarríos del Terek (Xenus cinereus), al Grey-tailed Tattler (Tringa brevipes), a un chorlitejo muy bonito (Charadrius mongolus) con un plumaje intermedio pero el pecho perfectamente marcado y el chorlito dorado del Pacífico (Pluvialis fulva), además de un andarríos bastardo y un archibebe claro que son bastante conocidos en Europa.

Me quedaron un par de especies sin identificar, pero todo iba bien hasta que el jolgorio de pajarillos que venía de la espesura cesó de golpe. En ese momento me di cuenta de que llevaba mucho rato en el mismo sitio, recordé las señales de aviso y me preocupé hasta el punto de decidir marcharme y volver otro día para seguir viendo limícolas y tal vez hacer algunos apuntes.

Seguro que a más de uno le parece un comentario exagerado, peliculero.. y a lo mejor lo es, pero cuando lees en las noticias como hice hace unos días, que la guía de una conocida empresa de excursiones había sido atacada por un cocodrilo y ves por todos lados las alusiones al peligro que existe, si eres prudente, es mejor retirarte a tiempo que convertirte en un kebab para cocodrilo.

No te fíes de su sonrisa, no quiere ser tu amigo.

Les muestro una foto del cráneo de un saltie de unos 4 metros. Pueden llegar a medir hasta 7 metros con bastante normalidad y ya de manera excepcional alcanzar los 10 metros. Definitivamente prefiero apuntarme al grupo de los cobardes.

Bueno, estoy preparando un itinerario para recorrer una buena parte de este país en coche y así poder disfrutar de sus rincones sin prisas..... Ya les contaré en la próxima entrada.

Mucha suerte

Fran Torrents

3 abr 2012

WOOOWWWW…

En estos días en que intento adaptarme al clima radical del trópico australiano, húmedo y caluroso, he comenzado a descubrir la magnífica exuberancia natural que alberga el Northern Territory.



Cuando el avión abandonó las nubes para iniciar la maniobra de acercamiento al Aeropuerto de Darwin, un tupido delta cenagoso me sorprendió, toda vez que la mayor parte del viaje, había transcurrido a través de un inmenso desierto rojo en el que a ratos, se observaban restos de antiguos lagos donde es posible que antiguamente, la vida le diera una oportunidad más soportable a sus habitantes.



Que en ese desierto hay vida es un hecho, pero no deja de ser sorprendente que la evolución haya permitido a algunas especies, habitar la tierra más exigente, bajo las condiciones más extremas que pueda imaginarse.

Casi cuatro horas fueron necesarias para atravesar este continente que, desde que desaparecieron las manchas verdes del bosque de eucaliptos que rodea al área metropolitana de Perth, no había dado señales de vida.

Y de repente, manglares, lagunas y el mar de nuevo, en este caso el Mar de Timor. Si mi vista pudiese abarcar unos cientos de kilómetros hacia el norte, avistaría las primeras islas del Sur de Asia y tras ellas, toda una amalgama de países y culturas que tienta visitar.

Una de las primeras especies que pude observar y dibujar fue esta Avefría, Masked Lapwing (Vanellus tricolor), que "se portó muy bien" y posó hasta que pude realizar algunos apuntes a lápiz. Capturaba con una facilidad tremenda las lombrices que se escondían entre las raíces de la hierba.




Australian White Ibis en una laguna cerca de Perth.

Pero… ¿es por esto que titulé wooooowwww a esta entrada? Pudiera ser, porque el contraste entre el desierto rojo y el verde delta fue fantástico, pero lo que realmente me provocó esa exclamación fue una visión que tuve la suerte de disfrutar la otra noche.

Me encontraba en un barrio de la afueras de Darwin al atardecer. La luz de la tarde todavía confería al cielo ese brillo azul profundo que antecede a la noche total. Entre las casas, podía observar el cielo enmarcado entre las copas de los árboles. Todo normal, una tarde más, hasta que aparecieron.

Recortando el azul luminoso del atardecer, como una legión de espíritus que avanzaran sin necesidad de impulso, unas siluetas etéreas se desplazaban sobre los árboles, LOS ZORROS VOLADORES. Enormes murciélagos frugívoros de tamaño descomunal que comenzaban a ocupar el cielo casi sin mover las alas, flotantes como si los moviese alguna fuerza ancestral. No acababa de creérmelo, en el coche me esperaban para ir a cenar y yo no podía apartar la vista de aquel espectáculo. Poco a poco fueron acaparando el azul mientras la noche los iba absorbiendo.




Lo que más me impresionó fue su forma de moverse. Acostumbrado a los murciélagos de Canarias, de vuelo incansable, rápidos aleteos y constantes cambios de dirección, los zorros voladores avanzaban sin apenas moverse, con aislados impulsos que no parecían necesarios dada la inercia con que avanzaban.

Y su tamaño.

A simple vista parecían del tamaño de una garza grande, ¡enormes! y su silueta se recortaba fantasmagórica, con las patas extendidas hacia atrás y la cabeza erguida.

Posiblemente uno de los momentos más impactantes que he vivido en la naturaleza.