El año pasado, andaba preparando una ruta con mis alumnos de la Escuela-Taller Turistycod, en el Barranco de Chamorga. A la tarde, ya de vuelta de la playa de Roque Bermejo, tuve la oportunidad de recibir una de esas lecciones que solo recibes si estás en el campo.
Nuestro protagonista es una pajarillo pequeño y esquivo que, además de mantenerse siempre lejos de las miradas indeseadas, al abrigo de los matorrales, se ha provisto de una capucha para no ser identificado en caso de ser visto. No sé qué pensaría si supiese que los humanos, aprovechamos precisamente ese rasgo característico para diferenciarlo de otras especies de su género.
En fin, seguro que muchos saben ya de quién les hablo:
la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala).
Pues como les decía, andaba subiendo el Barranco de Chamorga en el Parque Rural de Anaga, cuando en el margen opuesto, situado a unos 30 metros de donde nos encontrábamos, vimos que, al pie de unos inciensos (Artemisia canariensis), en el mismo suelo, un grupo de pajaritos formaba un cierto revuelo. Piídos y aleteos, giros con las alas abiertas... movimiento que nos hizo parar y enfocar nuestros prismáticos hacia aquella algarabía pajaril.
La escena era esta: varios pollos volanderos de cabecinegra exigían a sus progenitores la merienda, mientras estos se afanaban en buscar entre las ramas algún insecto para saciar su apetito. Era primavera avanzada y los insectos no escaseaban, pero una cosa es buscar insectos tranquilamente y otra, hacerlo rodeado de tres pollos escandalosos que no paran de dar vueltas y aletear. Al fin una de las currucas le echó el ojo a una mariposa blanca que volaba errática a unos metros de altura sobre el perfil de la masa arbustiva. Dicho y hecho, levantó el vuelo en pos de la presa.
Vista la marcha del insecto, deambulando sin rumbo definido y la determinación del ave, el caso estaba visto para sentencia, pero... la clase acababa de comenzar.
Cuando describí a la curruca cabecinegra, comenté que vive al amparo de los matorrales, muy raramente se la ve volando lejos del sustrato arbustivo y mucho menos en cielo abierto, pues bien, ¡eso la mariposa debía saberlo! porque, cuando la curruca enfiló el rumbo a toda velocidad y a punto estaba de atraparla con su pico, la mariposa hizo un movimiento vertical con el que ascendió de golpe dejando al pájaro desconcertado. Pero no se dio por vencida, volvió a lanzar un ataque siguiendo la estela del insecto y cuando por segunda vez estuvo a punto de atraparlo, otro "brinco" vertical hizo un efecto en el pájaro que jamás me habría imaginado.
Como mucho podía estar a unos 6 metros de los arbustos, la mariposa parecía una presa fácil después de los dos acelerones que había realizado... Pues bien, a la curruca esta distancia se le debió antojar tremendamente peligrosa, debió sentirse terriblemente expuesta a sus propios predadores porque, en una maniobra fugaz, cesó el ataque y volvió a la seguridad del arbusto donde sus crías no dejaron de reprocharle que volviese con el buche vacío.
Este detalle de su comportamiento nos muestra hasta qué punto están especializadas algunas especies. La curruca cabecinegra tiene capacidad para volar cientos de kilómetros como demuestran todos los años las poblaciones que realizan migración, y sin embargo, en su vida sedentaria, sufren al tener que salirse apenas unos metros de su línea de seguridad marcada por la frontera entre los matorrales y la exposición a cielo abierto.
Curiosidades del mundo animal.
Nuestro protagonista es una pajarillo pequeño y esquivo que, además de mantenerse siempre lejos de las miradas indeseadas, al abrigo de los matorrales, se ha provisto de una capucha para no ser identificado en caso de ser visto. No sé qué pensaría si supiese que los humanos, aprovechamos precisamente ese rasgo característico para diferenciarlo de otras especies de su género.
En fin, seguro que muchos saben ya de quién les hablo:
la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala).
Curruca cabecinegra (macho). Recorte de una de las ilustraciones pertenecientes al libro "Flora y Fauna del Parque Nacional del Teide". Publicaciones Turquesa 2009 |
Pues como les decía, andaba subiendo el Barranco de Chamorga en el Parque Rural de Anaga, cuando en el margen opuesto, situado a unos 30 metros de donde nos encontrábamos, vimos que, al pie de unos inciensos (Artemisia canariensis), en el mismo suelo, un grupo de pajaritos formaba un cierto revuelo. Piídos y aleteos, giros con las alas abiertas... movimiento que nos hizo parar y enfocar nuestros prismáticos hacia aquella algarabía pajaril.
La escena era esta: varios pollos volanderos de cabecinegra exigían a sus progenitores la merienda, mientras estos se afanaban en buscar entre las ramas algún insecto para saciar su apetito. Era primavera avanzada y los insectos no escaseaban, pero una cosa es buscar insectos tranquilamente y otra, hacerlo rodeado de tres pollos escandalosos que no paran de dar vueltas y aletear. Al fin una de las currucas le echó el ojo a una mariposa blanca que volaba errática a unos metros de altura sobre el perfil de la masa arbustiva. Dicho y hecho, levantó el vuelo en pos de la presa.
Vista la marcha del insecto, deambulando sin rumbo definido y la determinación del ave, el caso estaba visto para sentencia, pero... la clase acababa de comenzar.
Cuando describí a la curruca cabecinegra, comenté que vive al amparo de los matorrales, muy raramente se la ve volando lejos del sustrato arbustivo y mucho menos en cielo abierto, pues bien, ¡eso la mariposa debía saberlo! porque, cuando la curruca enfiló el rumbo a toda velocidad y a punto estaba de atraparla con su pico, la mariposa hizo un movimiento vertical con el que ascendió de golpe dejando al pájaro desconcertado. Pero no se dio por vencida, volvió a lanzar un ataque siguiendo la estela del insecto y cuando por segunda vez estuvo a punto de atraparlo, otro "brinco" vertical hizo un efecto en el pájaro que jamás me habría imaginado.
Como mucho podía estar a unos 6 metros de los arbustos, la mariposa parecía una presa fácil después de los dos acelerones que había realizado... Pues bien, a la curruca esta distancia se le debió antojar tremendamente peligrosa, debió sentirse terriblemente expuesta a sus propios predadores porque, en una maniobra fugaz, cesó el ataque y volvió a la seguridad del arbusto donde sus crías no dejaron de reprocharle que volviese con el buche vacío.
Curruca cabecinegra (hembra). Apunte realizado en las salidas de campo con el biólogo David Padilla. |
Este detalle de su comportamiento nos muestra hasta qué punto están especializadas algunas especies. La curruca cabecinegra tiene capacidad para volar cientos de kilómetros como demuestran todos los años las poblaciones que realizan migración, y sin embargo, en su vida sedentaria, sufren al tener que salirse apenas unos metros de su línea de seguridad marcada por la frontera entre los matorrales y la exposición a cielo abierto.
Curiosidades del mundo animal.
2 comentarios:
Estimado Fran,
El dibujo estupendo. De tu buen hacer con lápices y pinceles ya sabiamos, pero resulta que también escribes cosas interesantes y entretenidas. ¡Ánimo con el proyecto y enhorabuena por este blog!
Miguel
Muchas gracias, comentarios así dan mucho ánimo para seguir.
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